Si has venido prestando atención al mercado editorial, quizás hayas notado un fenómeno muy curioso que se ha desarrollado a lo largo de las últimas dos décadas y que ha echado raíces en todas las editoriales: la proliferación de las trilogías, las sagas y las franquicias literarias. Con cada vez más frecuencia, los escritores publican libros con la intención de extender sus historias a lo largo de múltiples tomos y mantener a los lectores en vilo.
Si bien esto es más notorio en la literatura juvenil, se trata de un rasgo que ha infectado a todos los géneros y que ha moldeado el consumo de libros de una generación entera. ¿Se trata de una simple estrategia de marketing o hay otros factores en juego?
Auge y caída de la gran novela universal
Desde la aparición de la novela en el siglo XVIII, los escritores de ficción han estado obsesionados con la creación de la "Gran novela universal": una obra literaria trascendente, inmortal, que exprese perfectamente las ideas, emociones y criticas sociales de su autor. La primera mitad del siglo XIX significó el climax de este movimiento. Obras como Los Miserables, Crimen y Castigo o El conde de Montecristo ejemplifican a la perfección dicha búsqueda, con sus intrincadas y épicas tramas de redención que mezclan filosofía, psicología y religión, creando un microcosmos y una identidad propia que las diferencian de las demás historias de su tiempo.
Sin embargo, con el surgimiento de extensas novelas divididas en tomos como En busca del tiempo perdido de Marcel Proust y los ciclos de libros entrelazados como La Comedia Humana de Honoré de Balzac o Los Rougon-Macquart de Émile Zola, el interés de los autores por extender sus historias más allá del libro autoconclusivo aumentó significativamente. Pese a que muchos de estos tomos tenían dificultades para comercializarse y que sus lectores no estaban del todo convencidos con la presentación, eventualmente probaron ser exitosos.
Hacia la segunda mitad del siglo XX, con obras como El señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien y la saga de Los Pilares de la Tierra de Ken Follet, el público masivo empezó a aclimatarse a la idea de las historias extensas publicadas en numerosos volúmenes. Estos ejemplos tempranos sembraron la semilla para el desarrollo de una nueva forma de editar y leer narraciones de ficción.
El boom de los universos extendidos
Con la introducción de la saga de Harry Potter de J. K. Rowling en 1997, uno de los fenómenos editoriales más exitosos de todos los tiempos, hordas enteras de lectores crecieron bajo la presencia de historias prolongadas en múltiples novelas. Estos jóvenes se acostumbraron a esperar al menos un año para obtener una nueva entrega y avanzar con la trama, que siempre terminaba en un cliffhanger o aludiendo al próximo libro.
Gracias al triunfo de esta estrategia de marketing, tanto autores como editoriales empezaron a exigir la publicación de nuevos títulos divididos en múltiples tomos. Sagas como Los Juegos del Hambre de Suzanne Collins, Los Cazadores de Sombras de Cassandra Clare, Percy Jackson y los dioses del Olimpo de Rick Riordan y Crepúsculo de Stephanie Meyer fueron inmensamente populares entre las nuevas generaciones de lectores.
Hacia finales de la década del 2000, parecía que el único medio de conseguir el éxito literario era mediante la publicación de sagas. Las editoriales lo requerían, los autores lo buscaban e incluso se promocionaba como la única manera de vender a través de la autopublicación. Pero ¿a qué se debía exactamente esta obsesión?
Motivos comerciales: la rentabilidad asegurada
La creación de historias inconclusas a ser continuadas en sus respectivas secuelas demostró ser muy lucrativa para el mercado editorial. Le permitió a los autores crear una base de seguidores dedicada que, una vez enganchados con el primer libro, se verían en la necesidad de comprar las continuaciones para conocer el desarrollo de la historia y la suerte de los personajes.
Gracias al descubrimiento de esta conducta por parte de los consumidores, tanto la industria literaria como los escritores de ficción comprendieron un hecho relevante: sólo bastaba con publicar una muy buena primera novela para exprimir una mayor ganancia por cliente que con la clásica novela autoconclusiva. No importaba si las siguientes entregas eran decepcionantes o de calidad mediocre. Una vez empezada la historia, la mayoría de los lectores se esforzaría por culminarla.
Este modelo de negocios trajo aparejadas ciertas ventajas competitivas: la obtención de clientes repetidos (si compraron el libro una vez, continuarían comprando otros del mismo autor), la creación de fans automáticos (especialmente si la primera entrega cumplía con las expectativas), la eficiencia del esfuerzo de marketing (al estar la audiencia ya familiarizada con los personajes y el mundo ficcional) y las oportunidades de venta cruzada (mediante la edición de box sets, republicaciones, colecciones especiales, etc.)
Una generación de lectores serializados
Esta revolución en las formas de publicación creó una nueva atmósfera editorial que marcó la juventud de miles de lectores primerizos. Quienes crecieron a la sombra del boom de las sagas desarrollaron una marcada preferencia hacia este formato de novelas, acostumbrándose a los finales inconclusos y a las historias contadas a medias y extendidas en el tiempo, que resultaban muy desconcertantes para generaciones de lectores previas.
Además, gracias al advenimiento del género juvenil, estos lectores se iniciaron en la literatura dentro de un mercado hecho a medida de sus intereses: libros que contenían personajes de su edad, género y apariencia física enfrentados a situaciones con las que podían identificarse. Si bien esto contribuyó a potenciar la lectura entre los jóvenes, también atrofió el músculo lector de muchos de ellos. La repetición de temáticas, la limitación de los géneros y lo formulado de las narraciones generó una comodidad lectora que desalentó la exploración literaria, la diversidad de historias y la expansión de las temáticas a ser consumidas.
Con el tiempo, estos mismos lectores se encontraron ante la disyuntiva de migrar hacia otros formatos y estilos o continuar la lectura de sagas, franquicias y libros juveniles. Y esto terminó dividiendo las aguas del mercado, creando nichos de lectores atrapados en la segmentación del marketing que se dio en un momento específico de su juventud, muchos de los cuales terminaron abandonando el hábito de la lectura al ser incapaces de adaptarse a las nuevas tendencias editoriales. Después de todo, el mercado siempre evoluciona y lo que está de moda en un momento deja de estarlo al siguiente.
La sobreexplotación y la necesidad de renovación
A mediados de la década del 2010, con el fenómeno en pleno auge, muchos lectores empezamos a cuestionarnos esta sobrepoblación de sagas, trilogías y franquicias que acaparaban los anaqueles de nuestras librerías favoritas. Ya no abarcaban solamente la literatura juvenil, sino que empezaron a aparecer dentro del género policial, los thrillers, el terror, la ficción histórica y hasta la literatura contemporánea (un buen ejemplo de esto último sería el boom de la "autoficción" distribuida en múltiples entregas). Peor aún, muchos lectores descubrían que libros se promocionaban como novelas autoconclusivas, sin ninguna indicación de lo contrario, acababan en un cliffhanger que prometía ser continuado en otro libro.
Esta sobreexplotación del formato serializado empezó a abrumar a los consumidores, que rápidamente empezaron a dejar las sagas inconclusas, se rehusaron a comprar historias de múltiples partes y se abocaron a la adquisición exclusiva de libros auto conclusivos. Poco a poco, las editoriales fueron entendiendo que una nueva tendencia estaba surgiendo entre los lectores de ficción y que el auge de las sagas estaba llegando a su fin.
A partir del 2020, con la pandemia del COVID-19 haciendo estragos en el mercado literario y poniendo en juego la supervivencia de las librerías físicas, muchas editoriales decidieron alejarse de la publicación de sagas, ya que dudaban de la viabilidad comercial de un modelo que requería asegurarse del consumo futuro en un contexto incierto. En consecuencia, la aparición de novelas autoconclusivas volvió a dominar el mercado, como no lo había hecho durante los veinte años previos.
¿Los autores están dispuestos a adaptarse al cambio?
Uno de los problemas que nos legó un mercado saturado por las sagas, las secuelas y las series, fue el advenimiento de escritores que hicieron una carrera literaria exclusivamente escribiendo de esta manera. Esos mismos autores están teniendo severos problemas para adaptarse al cambio, todavía intentando vender historias en múltiples entregas y descubriendo que éstas son rechazadas tanto por los lectores como por las editoriales. Muchos de ellos se están volcando hacia la autopublicación -uno de los nichos donde aún es viable publicar libros serializados- pero el aspecto lucrativo de las décadas pasadas parece haber quedado atrás.
¿Serán estos autores capaces de renovar su producción y dedicarse a las obras autoconclusivas? Algunos ya han venido experimentando con ello. Sin embargo, existe un pequeño grupo de influyentes escritores dispuestos a mantener sus viejos hábitos, apoyándose sobre los gustos de sus propios fans, sin verse inmutados por las tendencias editoriales.
Lo que nos depara el futuro
En lo personal, considero que el ocaso de las sagas es una excelente noticia. No sólo porque personalmente me resulta muy desagradable terminar un libro y descubrir que no tiene ningún tipo de conclusión (me ocurrió recientemente con Leviathan de Scott Westerfeld), sino porque siento que para extender el material en múltiples tomos los autores caen en el error de incluir excesivo relleno en sus historias.
Sea cual sea la dirección mayoritaria que tome el mercado editorial en los próximos años, si se orienta hacia el público juvenil o si veremos un resurgir de la ficción adulta, creo que es tiempo de retornar a la idea de la gran novela universal. Después de todo, un libro que es capaz de cambiarte la vida por sí mismo, sin necesidad de acudir a ningún tipo de secuela, conserva un poder que jamás vas a conseguir en las obras serializadas. El poder de la autosuficiencia y la individualidad, del impacto directo, único e irrepetible.
¿Qué opinás al respecto? Contame en los comentarios :)
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