Quienes me siguen desde hace tiempo saben que mis lecturas están ocupadas mayoritariamente por los grandes clásicos de la literatura. Los libros de los siglos XVIII, XIX y XX concentran el cúmulo de la narrativa que más me atrae y, a través de sus páginas, he podido desarrollarme como lector. Desde que era muy pequeño, cuando me inicié en el mundo literario con los cuentos de Edgar Allan Poe, los clásicos se han convertido en una parte esencial de mi vida. Y, dado que se trata de narraciones que han sobrevivido el paso de los siglos, su longevidad tiende a ser un testimonio de su calidad, al menos en lo inmediato. Por lo tanto, suelo tener una visión positiva de los clásicos literarios: algunos me satisfacen más que otros, pero todos me resultan interesantes, entretenidos o al menos despiertan en mí reflexiones importantes. Sin embargo, existe un pequeño grupo de libros que pertenecen a la categoría de clásicos que me han dejado un regusto amargo. No porque necesariamente sean malos, sino porque no los he disfrutado en lo más mínimo. Como suelo mantener una actitud positiva hacia la literatura en general, trato de hablar de los libros que más disfruté leyendo. Hoy, en cambio, me gustaría explayarme sobre aquellos clásicos que leí y que me dejaron completamente indiferente.
La hija del capitán de Aleksandr Pushkin (1836)
Durante años, he estado fascinado con la literatura rusa del siglo XIX. Dostoievsky, Tolstoi, Chejov y tantos otros nos han ilustrado la vida en la Rusia imperial, con sus lujosos castillos, su denso entramado social y sus complejísimas preocupaciones políticas. Hay ciertos elementos en la literatura rusa clásica que no se encuentran en ninguna otra y que tiende a despertar pasiones en lectores de todas partes del mundo.
Uno de los grandes poetas y novelistas rusos del siglo XIX, que inspiró decenas de obras de teatro, óperas y musicales, fue Aleksandr Pushkin. Sus escritos más conocidos fueron la novela Eugene Onegin y la obra de teatro Boris Godunov. Sin embargo, dado que no estaba familiarizado con su literatura, decidí iniciarme con una de sus obras más breves: la novela corta titulada La hija del capitán. Es un relato ambientado en el trasfondo de la Rebelión de Pugachev, y comienza con un joven que realiza un acto de bondad al prestarle un abrigo a un hombre desprotegido durante una tormenta. Esta acción inocente dará lugar a un complejo entramado de consecuencias que pondrán las esperanzas del muchacho en manos de Masha, la hija del temible Capitán Mironov.
A pesar de su brevedad y de lo interesante de la trama que plantea, esta novela me aburrió soberanamente. La encontré falta de suspenso, tremendamente divagante y con ciertas incoherencias argumentales. Recuerdo que en su momento le puse una calificación bajísima, quizás inmerecida, por el mero hecho de que me irritó leerla. Está maravillosamente bien escrita -le concedo eso a Pushkin-, pero no es una historia que le recomendaría a nadie.
Rojo y Negro de Stendhal (1830)
Durante muchos años tuve deseos de leer la literatura de Stendhal, uno de los principales representantes del realismo francés, apreciado por la crítica por la profundidad psicológica de sus personajes. Y qué mejor manera de iniciarme en ella que a través de su novela más reconocida: Rojo y Negro. Es un volumen extenso, que conseguí en una edición bellísima de Penguin, y a la que le tenía una enorme fé.
Trata sobre un joven provinciano llamado Julien Soriel, quien ambiciona abrirse paso dentro de la acomodada sociedad francesa, y cuyos intereses se dividen entre el clérigo (negro) y el mundo secular (rojo). Muy ciertamente, la profundidad psicológica de los personajes es inmensa y Stendhal hace un trabajo formidable a la hora de desarrollarla.
La leí hace ocho años, por lo que mi memoria de su contenido es un poco difusa. Recuerdo que la prosa del autor era exquisita -algunos pasajes me parecieron una delicia de repasar-, pero la historia me aburrió y los personajes me resultaron un poco odiosos. Conservo aún mi copia original, y quizás me atreva a releerla en un futuro lejano. Por ahora, continúa estando dentro de mi lista de clásicos que llegué a detestar apenas los terminé. Lo que es una verdadera pena, porque mi mala experiencia con esta novela es lo que me ha impedido leer la otra gran novela de Stendhal: La cartuja de Parma. Si supero el bloqueo que me provocó este escritor, quizás me anime a hacerlo.
Ver: Bookshelf Tour: Recorriendo mis estanterías
Miguel Strogoff de Julio Verne (1876)
Aquí debo admitir que tengo una enemistad personal con Julio Verne. He leído varias de sus novelas y, hasta el momento, no me ha gustado ninguna. No sé si se debe a su sentido del humor, a lo acartonado de sus personajes o al simple hecho de que me aburren las novelas de aventuras. Lo cierto es que lo poco que he conocido de sus títulos ha llegado a decepcionarme.
Sin embargo, ninguno me causó tanto disgusto como su novela Miguel Strogoff. Y, tristemente, es considerada una de las mejores que jamás escribió. Trata sobre un enviado del zar de Rusia (Miguel Strogoff) que debe viajar a Siberia para prevenir una rebelión tártara a manos del malvado Iván Ogareff, quien amenaza sublevarse para quedarse con buena parte del territorio invadido. Pese a presentar una clásica estructura dramática en tres actos (con final feliz), la novela es una mera excusa para que el autor explique un fenómeno científico -el efecto Leidenfrost-. Este tipo de artimañas era muy común en la literatura de Verne, quien nos presenta sus obras con el estilo moralista y pedagógico de las fábulas infantiles, cosa que nunca deja de irritarme. La novela no sólo me aburrió, sino que la terminé por mero compromiso. Hasta la fecha, no he hallado ninguna obra de Julio Verne que me haya gustado y hace tiempo decidí que sencillamente voy a dejar de buscarla. Si es uno de tus autores preferidos, me alegro de que hayas podido encontrarle valor. A mí se me ha dificultado enormemente leerlo.
La Metamorfosis de Franz Kafka (1915)
Hablando de autores con los que no he podido conectar, me gustaría aprovechar para mencionar a uno de los grandes del siglo XX con el que no he tenido más que malas experiencias. Franz Kafka murió joven, y muchas de sus obras más conocidas las escribió durante su período temprano. Y debo decir que se nota. Encuentro sus escritos muy inmaduros en estilo y -quizás esto sea algo personal-, no logro conectar ni con sus temáticas ni con sus mensajes. La metamorfosis es citada como el ejemplo supremo de literatura expresionista, y nos narra la historia de Gregorio Samsa, un trabajador explotado que un día se despierta para descubrir que se ha convertido en un insecto. Si es posible cachetear a un lector con una metáfora obvia, Kafka lo hace una y otra vez a través de este relato, además de presentarnos personajes histéricos y melodramáticos. Tampoco tuve una buena experiencia con su novela El Proceso, que intenté leer dos veces y en ambas ocasiones terminé abandonándola. Simplemente, no se trata un autor que incluya entre mis preferidos. Sí me interesa su vida y disfruté leyendo su Carta al padre. Creo que me hará mucho mejor leer biografías de Kafka, antes de volver adentrarme en su literatura.
Tiempos difíciles de Charles Dickens (1854)
Es muy raro que incluya a uno de mis escritores predilectos en esta lista, pero caprichosos son los giros del destino. Charles Dickens es considerado uno de los mejores novelistas de todos los tiempos. Y, si bien tengo cosas para criticarle, sin dudas he disfrutado mucho con su producción. Novelas como Grandes Esperanzas, Oliver Twist o Historia de dos ciudades han sido muy gratificantes para mí. Sin embargo, la primera novela que leí de él me decepcionó y me dejó un gusto amargo que todavía no he podido enjuagarme.
Tiempos difíciles transcurre en una ciudad victoriana ficcional, llamada Coketown, y contrasta, según una visión claramente marxista, la "clase alta" dueña del capital con la "clase proletaria" que es explotada. Básicamente, es una crítica a la revolución industrial, de la cual Dickens no tenía una opinión demasiado positiva. Sin embargo, la novela es aburridísima (a pesar de su brevedad) y ninguno de sus personajes es pintoresco en absoluto. Debo decir que resulta una gran decepción teniendo en cuenta que proviene de la pluma de uno de los grandes autores del siglo XIX. Cuando indagamos un poco en el motivo detrás de la creación de esta novela -vender más copias de un periódico de baja circulación que Dickens había empezado-, empezamos a comprender por qué la calidad de Tiempos Difíciles no está al nivel del resto de sus novelas. Si están considerando iniciarse con Dickens, de ninguna manera les recomiendo hacerlo a través de este libro.
Estos fueron algunos de los clásicos que me han dejado indiferente. Por suerte, no es un fenómeno común, y continúo incluyendo autores de esta categoría en mi rotación habitual. ¿Cuáles fueron los clásicos que no te gustaron? ¿Qué fue lo que no te gustó de ellos? Contame en los comentarios :)
Mi nombre es Rodrigo. Soy un escritor independiente Argentino, apasionado por contar historias y compartir reflexiones. Si bien mi campo predilecto es la ficción, en este blog les hablo sobre todo lo que pasa por mi cabeza: mi vida, mis experiencias, mis visiones del mundo y mi proceso creativo. Escribo desde chico ficción contemporánea y ficción gótica. He publicado relatos cortos y novelas que están disponibles para lectores de todas partes del mundo. A través de este blog, espero ayudarte a encontrar tu próximo libro favorito.